
Los toreros son de otra pasta y estoy convencido de ello ya que se enfrentan a la muerte, al triunfo y al fracaso a diario.
Le dijo un día Don Ramón Del Valle Inclán a Don Juan Belmonte “Su grandeza es tal que solo le falta morir en la plaza”, Belmonte le contestó “Se hace lo que se puede” y el mismo Belmonte escribió que Joselito el Gallo (Muerto en Talavera de la Reina el 16 de Mayo de 1920 por el toro Bailaor) fue mejor torero que él, porque supo morir en la plaza.
Han pasado años, décadas y estos recuerdos forman parte del amor a la fiesta. No creo que haya ningún aficionado a los toros que odie a un toro asesino, es parte de este mundo y la muerte está siempre presente. Guste o no.
Recuerdo con pena muchas cogidas mortales que en algunos casos viví en persona y otras porque sucedieron cuando la afición a los toros me podía. La muerte de Paquirri en Pozoblanco la tarde del 26 de Septiembre del 1984: lo mató Avispado.
La de José Cubero Sánchez “Yiyo” en Colmenar la tarde del 30 de Septiembre de 1985, Burlero le partió el corazón y las que viví in situ; la primera en la Monumental de Barcelona cuando el toro Curioso le metió un tabaco mortal a Joaquín Camino el 3 de Junio del 1973; la segunda el 1º de Mayo del 1992 cuando el toro Cabatisto le desparramó la vida en el albero al Maestro Manuel Calvo Bonichón “Manolo Montoliu”.

Intentan matarnos la afición en algunas ciudades, pero están muy equivocados, no lo conseguirán ni por asomo.
A todos ellos, a los Maestros que se fueron de este mundo y que desparramaron sus vidas en el albero: Gracias, por tanto arte y por fomentar nuestro amor a la Fiesta.
Desde el Tercio de la Monumental de Barcelona saludos.