En una garita, en el centro del escenario del Gran Teatro
del Liceu, se encuentra una de los corazones del teatro. En esa garita en la que
yo entraría solo si me embadurnasen con aceite, se coloca desde hace ya varias
décadas el Maestro Tribó.
El Maestro Tribó, Don Jaume, es sin duda una pieza fundamental
del teatro, Maestro que atesora una memoria de órdago a la grande y con unas
manos y un sentido del ritmo, del tempo prodigioso. Sabe poner la palabra en el
oído del artista con una precisión milimétrica, para facilitarle la ya
dificilísima labor de cantar.
Miles de artistas han pasado y han sido arropados por su
sabiduría. Todos y cada uno de ellos tiene un recuerdo extraordinario de su
labor. Cada vez que salgo de viaje y voy a saludar algún cantante por los
teatros de este mundo, sistemáticamente me dan recuerdos para él y me hablan de
su extraordinaria labor. Me decía una soprano una vez “Quando c’é Jaume, si
lavora molto meglio e molto piú tranquilli” (Cuando está Jaume se trabaja mucho
mejor y más tranquilos).
En la última Adriana, entre la Frittoli y Alagna, lo sacaron
de la concha y el respetable reaccionó con un estruendoso aplauso y un sinfín
de bravos hacia la figura de nuestro “Maestro suggeritore”. En camerinos el propio Alagna, mientras
recibía el premio de los “Associació
Liceistes del quart i cinquè pis”, dijo una cosa muy cierta: “El Maestro
Tribó es el corazón del Liceu”.
Don Jaume se merece esto y mucho más, se merece que este
teatro le rinda un homenaje que se merece desde hace años, se merece que el
teatro le reconozca públicamente su insustituible, acertadísima y fantástica labor.
Don Jaume, Maestro Tribó, Usted es una parte muy importante de “L’ Ánima del Liceu”, parte del
corazón que late en este teatro es suyo.
Desde este pequeño rincón, reciba mi más caluroso aplauso y
un ¡BRAVO! “da far ricciare i Capelli!!”