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lunes, 24 de diciembre de 2012

LOS MAYA (VAYA RUINA)




Nunca me había dejado llevar por la vorágine tremendista de creer en  predicciones quirománticas y de pueblos ancestrales de civilizaciones antiguas y ya extinguidas. Pero esto, lo de los mayas, me lo han metido hasta en la sopa y quieras o no uno al final se deja arrastrar por semejantes tonterías. Se acaba el mundo porque los planetas se alinean, como los quintos en la mili cuando el sargento chusquero les mete cuatro voces, porque el jefe de los mayas así lo predijo un día en el que se le habría ido la mano con los sicotrópicos y que la altura le había puesto la sesera de vuelta y media.  
Decidí creérmelo y tomé varias y claras decisiones. Encargué un cochinillo como todos los años para Navidad pero me lo hice traer el 19 para cocinarlo el día 20. Vamos que adelanté la Navidad o el solsticio de invierno para que no se me solivianten los paganos. Puse el árbol, el pesebre, compré marisco y adelanté la Nochebuena. Me despedí de todos mis amigos y amigas, de forma velada para que no me pusieran una camisa de fuerza. En mi casa llamaron al loquero para decirle que necesitaba una visita urgente ya que "se me había ido la pinza"¡ilusos! ¡El mundo se acaba! Pensé que antes de que se acabara todo tenía que irme de este mundo saboreando de nuevo los placeres de la vida. Como hace tiempo que he dejado de ser sexy y atractivo (si es que alguna vez lo fui, guapo nunca lo he sido, pero sí pintoresco) tuve que buscar compañía femenina de "aquí te pillo, aquí te mato" a precio de oro, se entiende. Me busqué un monumento de órdago a la grande, una sueca de bote que tenia silicona hasta las pestañas. (Mis amigos me dicen que como me pueden gustar las siliconas si son mentira, es fácil: también Papá Noel es de mentira y no por eso me deja de gustar el abrir los regalos) un pedazo de hembra que no se la saltaba un torero. Me fui a comer al restaurante más caro de la ciudad y di buena cuenta de los huevos de esturión, de las ostras, de los percebes y de la liebre a la royal. Por no hablar del rioja que me metí entre pecho y espalda, un Rioja Alta de cinco estrellas, vamos  un 890. Luego para hacer la digestión me fui al mejor cocktail bar de Barcelona donde saboree las mejores ginebras. Gin tonics a go-go y llegué a casa con una merluza del 15. Mañana ya no despertaré ¡y una leche! Esta mañana me he despertado con una resaca de padre y muy señor mío, me duelen hasta las cejas y tengo la cartera tiritando, sigo vivo y el maya de marras se debe estar descojonando de la risa.
Ahora que venga alguien y me diga que se acaba el mundo…el año que viene o dentro de trescientos años…la inocentada ya la he pagado y con creces, vamos que me he quedado (con la cartera, se entiende) más seca que la mojama.
PD. Esta mañana me he ido a visitar a la rubia de marras para que me devolviera la pasta…y he repetido…la carne es más que débil: es lo siguiente.

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