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miércoles, 4 de abril de 2012

Cuando amábamos la ópera.

Por mi trabajo y por mi "modus vivendi" madrugo mucho, vamos que a la hora que me levanto no solo no están puestas las calles, a estas ni se las espera.
Ayer con una tormenta de órdago a la grande, me puse un video de La Bohème. Los protagonistas eran  Luciano Pavarotti y Mirella Freni. Una producción a la antigua usanza sin chabacanerías ni horteradas gratuitas.
La presencia de Big Luciano en el escenario, incluso tratándose de un video, me llenó los  ojos de lágrimas. Allí estaba uno de los artífices del gran amor que siento por el género lírico. Suma y sigue: cuando Mirella Freni aparece en escena “scusi…” su primera palabra te das cuenta que tienes delante de los ojos y dentro de tus oídos una Mimí como tiene que ser y no una vedette que se gusta a sí misma y poco más.
Viendo a estos dos divos, pero de los de verdad, divos que ante  todo lo eran en el escenario, con voz, gusto, interpretación y arte para derrochar a raudales mi memoria empezó a funcionar y me llené de recuerdos, de momentos sublimes de noches mágicas que sobre todo viví y sentí en el teatro barcelonés. Noches inolvidables que incrementaron y cimentaron la pasión por este género que ahora se ha convertido también en mi profesión.
Recuerdo aquella Vestale de Spontini con Montserrat Caballé, aquellas funciones me cambiaron la vida. La voz sublime y la interpretación magistral me llenaron el alma y me hicieron pensar que algún día yo tendría que dedicarme a esto. No se podía aguantar tanta belleza, sensibilidad y arte.
Fueron funciones mágicas, excelsas  que aun habiendo pasado varias décadas todavía ahora recuerdo como si fuese ayer.
Amábamos la ópera, amábamos el canto, la interpretación y el sentimiento. Por citar algún ejemplo; aquellas funciones de Tosca con Plácido Domingo, con aquel Scarpia diabólicamente malévolo y sutil de Silvano Carroli. Aquellos Otellos que te levantaban de la butaca en el final del segundo acto. La Carmen con Josep Carreras y Agnes Baltsa y con aquella Micaela que nos dejó atónitos interpretada con una dulzura imborrable por Alida Ferrarini. Tantos y tantos artistas que pasaron por el coso barcelonés dejando las paredes del teatro impregnadas de arte y gusto, de interpretación y belleza. Artistas con carreras longevas y con evoluciones coherentes. Se trabajaba de otra manera, se trabajaba para el artista y no para el teatro. El amor que se sentía por las voces hacía que estas fueran el centro vital de las funciones, las voces eran las protagonistas indiscutibles. Recuerdo las miradas del público en 5º piso cuando nos mirábamos muchas veces con lágrimas en los ojos y como salíamos del teatro: levitando y extasiados por lo que habíamos escuchado. Eran otros tiempos y amábamos la ópera de otra manera. Grabaciones “piratas” que guardábamos como si de un tesoro se tratase y es que para nosotros, para mí eran auténticos tesoros. Hablábamos de frases, de momentos concretos, de segundos que nos habían impactado particularmente. Los más mayores te comparaban aquella frase con la que había hecho aquel otro cantante hacía ya varios lustros. Se cimentaba, se construía una pasión y un amor sin límites;  corrías a comprarte el disco para escuchar aquella frase que aun siendo en grabación discográfica te daba la idea de aquello que te contaban. Aprendías a sentir y a formarte un criterio propio con los cometarios que oías y con el intercambio de opiniones  en las tertulias, en los corrillos que se formaban al final de cada acto y al final de la ópera. Sentías envidia sana cuando alguien te decía que aquellas frases dichas por la Tebaldi,  por Di Stefano o Del Monaco eran de otro mundo y pensabas ¿por qué no habré nacido antes? Pero teníamos otros artistas extraordinarios  con los que disfrutábamos a raudales. Entre lo que escuchaba  en los discos, en las grabaciones “piratas” y lo que oía en directo aprendí a amar la ópera.
Amábamos la ópera y yo al menos la sigo amando, aunque cada vez más tengo que tirar de discos y grabaciones antiguas. Nací y crecí con otros criterios, con otros conceptos ¡qué le vamos a hacer! Ahora soy yo el viejo, el que recuerda aquellas funciones de antaño y recuerdo lo que de pequeño me contaban y algunas veces, cuando las comparto con otra gente,  veo alguna cara joven que, con ojos como platos, se queda atónito escuchando los recuerdos que atesoro.
Amábamos la ópera y aunque algunos se empecinen  en que dejemos de hacerlo, la seguiremos amando y con toda nuestra alma.
Aldo Mariotti


1 comentario:

  1. Muchas gracias por este hermoso texto. En la lírica todos sabemos que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero cada uno tiene que vivir el suyo, valorar lo que ha podido ver y escuchar y pasar la antorcha, claro que sí.

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