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domingo, 19 de febrero de 2012

La Montería


Hace muchos años que mi afición por la caza me ha llevado a muchos sitios y a muchos rincones de España.
La caza tiene algo especial, pero no solo es el hecho de matar, de disparar: la caza la componen muchas otras cosas. Uno empieza a cazar cuando se prepara la maleta. Les diré que yo ejerzo el arte venatorio desde que tenía siete años y todavía ahora, y han pasado ya 43 lustros, me cuesta dormir el día antes de echarme al monte.
Este fin de semana he monteado en la finca “el Hoyo”, sencillamente espectacular, un fin de semana para guardar en la memoria no solo por el éxito de las dos jornadas, también por la gente con la que compartí estos dos días.
Ante todo hacer una mención especial a Don José María López-Pelegrín “Pele” el organizador que cada día me deja más sorprendido por su capacidad de trabajo, organización y sobre todo por la descomunal pasión que tiene por la caza. Controlar a 35 monteros  y respectivos acompañantes, 20 rehalas, muleros, secretarios, postores, etc., etc. no es fácil. Cuenta “Pele” con la incalculable ayuda de María que tiene mucho temple y no solo controla lo mismo que “Pele”, lo controla a él también y solo por eso merecería un capítulo especial en cualquier enciclopedia sobre el arte venatorio. Hay que saber reconocer lo que hay detrás. Uno llega a la finca, se mete entre pecho y espalda unas migas de campeonato, sortea, te dejan en el puesto y a cazar. Detrás hay horas, días, meses de trabajo, de mirar las manchas, la finca, rezar por el tiempo, preparar los puestos, como “entrar” las rehalas, miles de detalles que hay antes y después, noches sin dormir, preparar una montería es dificilísimo y hay que aplaudir y en este caso ovacionar a la organización.
Los dos días fueron espectaculares, nos acompañó un sol de justicia y aun estando las mañanas frías, las monterías transcurrieron con un sol espectacular. La cantidad de reses que se vieron y se cobraron fue impresionante. Es cierto que hubo quienes tuvieron más suerte que otros, pero esto es y será  siempre así en todas las cacerías.
Volviendo a las migas: ¡¡acojonantes!!, buenísimas. Ya lo sé que para los que estamos permanentemente a régimen estas son veneno, pero “dame veneno que quiero morir”, como rezaba la canción. El desayuno tradicional, el desayuno montero no se puede saltar, como otras cosas. Las normas de seguridad, repetidas hasta la saciedad, el sorteo y el rezo para que todo vaya bien y para recordar aquellos monteros que ya no están con nosotros. Llámenos “antiguos”, “casposos”, pero la vida sin tradiciones no es tan bonita y hacer lo que hacían nuestros abuelos tiene ese aroma de recuerdo y de respeto por las cosas bien hechas y porque somos y seremos así.
Nos une a todos la pasión por la caza: hablamos de calibres, de lances, de fallos garrafales: “todavía corre” aquel venado que lo teníamos a “huevo” o aquel cochino que “todavía ahora no lo entiendo”, “¡ se fue de rositas! “¡Lo tenía en el visor, lo tenía metido en el visor!”.
La emoción de la ladra, de ese “pavo” rompiendo monte, del cochino plantando cara a la rehala, el lance soberbio, el disparo certero, la montería es fascinante, te pone la piel de gallina, te emociona.
La comida, el puchero caliente que te repone del frío especialmente si te ha tocado un puesto en la “umbría”, las risas y el buen ambiente que se respira durante toda la jornada. En el hotel, otra mención especial a la hospedería “La Almazara”, donde te tratan como en casa y cuidan los detalles de manera sublime.
Gracias “Pele”, gracias María, gracias David, mi secretario, que me ayudó en las tareas de marcar las reses y con ese morral que todavía ahora no me explico cómo puede pesar tanto y gracias a Don José Luís Herrera que me recogió en la estación de Puertollano y me llevó de vuelta, esa vuelta que entristece, que te separa de tu pasión.
El año que viene, volveremos, volveremos a reunirnos,  a “sentir” ese hormigueo, esa pasión por la caza: la pasión por la montería.
Saludos monteros,
Aldo Mariotti

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