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lunes, 26 de marzo de 2012

De todo


Me dicen, nos dicen de todo y me refiero a los taurinos. Nos ponen a bajar de un burro, a caldo, a gusto. Menos de bonito nos tildan de todo. Asesinos, sádicos, ignorantes, bárbaros, torturadores, hijos de puta, cabrones, criminales y un sinfín de epítetos que por sí solos resumen el nivel de los que, con un lenguaje y argumentos de altura, nos ponen a caldo.
Miren ustedes, personalmente no entro en discusiones con gente que antepone el insulto al dialogo y menos con quién está detrás de una manipulación orquestada y montada por intereses políticos. Los animalistas parece ser, que están en contra de todo lo que al “maltrato animal” se refiere, cosa que aplaudo aunque he dicho muchas veces no comparto, pero permítanme la duda: todavía ahora estoy esperando una manifestación en contra del “correbous”, contra el zoológico, contra la matanza del cerdo, contra la caza, contra la pesca y contra el exterminio de ratas, palomas y loros que se perpetúa en nuestras ciudades y sus consiguientes plataformas para la recogida de firmas. Es como el sentimiento feminista que se echa a la calle para protestar contra la reforma del aborto que está preparando el partido en el poder, pero no se echa a la calle para pedir la cárcel o la expulsión de gente que se dedica a adoctrinar a sus fieles de cómo hay que zurrarle a las mujeres o que se niegan a hablar con una alcaldesa por ser mujer.
No he visto en Cataluña una acción frenética de recogida de firmas para abolir el “correbous”. Las 180 mil firmas que se consiguieron en Catalunya para abolir los toros podían haber sido destinadas también para promover el final del susodicho espectáculo y de paso pedir la abolición de la caza, de la pesca y el cierre del zoológico, pero esto no toca o no tocaba en su momento. Pedir la abolición de ciertas cosas es políticamente incorrecto e ir en contra de ciertas ideologías y por lo tanto está prohibido. Si hubiese sido así, si todo el supuesto “maltrato animal” hubiese estado en el mismo saco, la cosa habría acabado con un NO rotundo en la cámara, aunque estoy convencido que no habría llegado ni a un 20% de recogida de firmas, porque los verdaderos interesados no habrían movido ni un solo dedo de la mano.
Mis amigos animalistas, que no son pocos, y que aman a los animales por encima incluso de los seres humanos se están dando cuenta ahora de la manipulación de la que han sido objeto. Algunos dicen que al menos ha servido para abolir los festejos taurinos, las corridas de toros y que lo otro también llegará: esto no se lo creen ni hartos de vino. Y no llegará porque prohibir el “correbous” les reportaría a los partidos políticos un descalabro a lo que a votos se refiere y no les cuento lo que pasaría con la prohibición de la caza o de la pesca deportiva, se quedarían con menos votos que el partido unionista de las margaritas silvestres.
A los animalistas les han manipulado, a los taurinos nos han insultado, pero lo peor de todo es que han insultado a la inteligencia y a la buena fe. Estoy seguro que en la vorágine prohibicionista los animalistas han firmado de buena fe y convencidos de que era el fin o el principio del fin del maltrato animal, pero al cabo de pocos días en el parlamento catalán se blindó el “correbous” y las denuncias presentadas por el PACMA (Partido Anti taurino Contra el Maltrato Animal) y por las diferentes asociaciones animalistas han acabado siendo archivadas. De ser yo de estas asociaciones o de este partido se me quedaría la cara de bobo y me subiría la adrenalina por la manipulación de la que habría sido objeto.
 La solución es fácil para eliminar el “correbous”; acompañen el festejo con la bandera española y con pasodobles y verán como esta “tradición” dura menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Pero de momento y si sigue reportando votos al partido que sea, lo dicho: ahora mismo, no toca y por lo tanto las denuncias al archivo.

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