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sábado, 26 de noviembre de 2011

El olor de la fiesta


Señoras, Señores la Fiesta tiene olor y creo que es uno de los puntos clave de la afición: oler la Fiesta. Esta desprende aroma, aroma de arte. En mi condición de agente artístico dedicado en mayor parte al mundo de la ópera percibo el aroma en los teatros, el olor de lo antiguo, de la tradición. El teatro del Liceo, antes de quemarse, tenía olor a gloria, a décadas de canto, de terciopelo, de miles de perfumes impregnados en las butacas, de escenografías de cartón piedra y madera clavada, madera antigua.
El olor también existe en los toros, el aroma del triunfo, el del fracaso, el del miedo, el del sufrimiento, el de la muerte, el de la sangre. El aroma del tabaco entrelazado al perfume de mujer, al café, al Sol y Sombra, a la copita de coñac genera una mezcla absolutamente fascinante, única.
 La Fiesta, al igual que la ópera, para disfrutarla en su totalidad, con los cinco sentidos,  hay que ir a verla, a degustarla, a  tocarla, a escucharla y a olerla, en pocas palabras, sentirla. Para tener la plenitud de un festejo taurino hay que ir a los toros. La tecnología avanza como un rodillo: cámaras súper lentas, tres dimensiones, pero no es suficiente para gozarlo en su total dimensión.
El olor a romero, cuando torea Curro, la esencia que sale del ramo de flores que la mujer atesora para lanzarlo al diestro de sus sueños, al que le arranca el sentido, el olor que desprende el ruedo regado deja en el ambiente décadas de arena bañada con sangre, pisada por morlacos, caballos y por zapatillas clavadas. El filo de los burladeros atesora el olor del sudor del miedo del diestro antes de abrirse la puerta de los sustos. “Se huele el tabaco”, “me huele mal” son frases que en el léxico taurino se utilizan siempre.
El abanico de la mujer que rompe el calor generando una brisa llena de perfume y  tabaco, el entrelazo que se genera entre el toro y el diestro, el aroma de la vida fundido al de la muerte. El ambiente que se palpa con los cinco sentidos nos da la sensación de grandeza, de asistir a una demostración de arte único. Señoras, señores hay que ir a los toros.
Desde el tercio de la Monumental de Barcelona, Aldo Mariotti

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