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domingo, 13 de noviembre de 2011

Ser Periquito

Sí, sí soy Periquito seguidor del Real Club Deportivo Español. En temas futbolísticos soy sufridor, muy sufridor casi masoquista. Cuando era pequeño, tengo que confesarlo, era del Barça, era culé y me sabía las alineaciones de los blaugrana de carrerilla, sin respirar incluidos los suplentes.
En el cole, en mi clase, solo había un Periquito, mi amigo Sergio un zagal pequeñito y delgado, tenía menos carne que una bici: le tomábamos el pelo y nos cachondeábamos de él y de sus colores.
Pero un día pasó algo que me revolvió las tripas. Un grupo de compañeros culés de otro curso, mayores,  le arrinconaron en el patio y le querían obligar a cantar el himno del Barça, entonces intervine y, como dice mi querida madre “Aldo nunca ha sido pequeño”, entré cual elefante en  cacharrería y defendí, con algo más que palabras, a mi amigo. Me convertí en un traidor. El Periquito y el traidor, la pareja de moda. Poco a poco empecé a cogerle cariño a ese equipo, pobre en dinero, pero rico en espíritu y acabé cambiando de camisa, de colores y de escudo. Pasaron los años y sigo fiel a mis colores blanquiazules. Somos un equipo molesto, llamarse RCD Español es “provocador” en Catalunya. Somos como la mosca cojonera, les hemos dado algún disgusto a los blaugranas, pero esto es en contadas ocasiones. Hemos bajado a segunda, nuestro antiguo campo, el que dinamitaron, el Estadio de la Carretera de Sarriá, parecía un hospital: todo el que entraba salía con puntos. Hemos perdido dos finales de la UEFA, nos han relegado al Estadio Olímpico, en la montaña y al lado del cementerio, nos ningunean desde todos los estamentos, pero seguimos y, que lo tengan bien claro, que seguiremos siendo blanquiazules les guste o no.
Ser Periquito en Catalunya es muy duro, durísimo. Uno de los nuestros mete un chicharro antológico y nada, lo mete uno del Barça y al día siguiente sale hasta en los cromos del Bollycao en una edición especial.
No contento con esto, con ser un sufridor,  el día más glorioso que la vida me ha deparado, el día en que nació mi sobrino, no se me ocurrió mejor cosa que irme a las instalaciones de mi equipo y hacerlo socio al nacer. Lo hice por mi amor al Español y para tocarle lo que no suena a mi cuñado que es culé. Han pasado ya muchos años y voy todos los Domingos al campo con él  y con mi hermano Justo, que no es mi hermano de sangre, es algo más que eso. Alex, mi otro hermano, tampoco de sangre, pero más que eso, baja de su localidad antes del partido y ya estamos cabreados antes de empezar el choque.  Mi sobrino que es más inteligente que todos  nosotros se parte de risa al ver los cabreos monumentales que mi hermano Justo y yo agarramos. Los piropos al árbitro, a los linieres, a nuestros propios jugadores y a nuestro entrenador le hacen coger rampas en el estómago de los ataques de  risa que le dan. Mi hermana que es más recta que un poste, me recrimina sistemáticamente y me obliga a no inculcarle ningún tipo de fanatismo: tiene toda la  razón. El fútbol es pasión, pero hasta un cierto punto y hay algo que me sorprende: hayamos perdido, hayamos ganado o empatado al finalizar el partido mi sobrino habla de otras cosas, no menciona al árbitro para nada, ni a la mala suerte ni a las injusticias en cambio  yo, como un cretino (no es insulto, es diagnostico), en mi interior me sigo cegándo en todo.
No se lo que nos deparará el futuro, somos un equipo pobre, no de espíritu, pero no tenemos ni un duro, jugamos en la cuerda floja todas las temporadas, nos vendemos todos los jugadores buenos y cada año a sufrir que es nuestro sino, pero una cosa sí que está clara, pase lo que pase seguiremos aferrados a nuestros colores y a nuestra pasión blanquiazul. Y como decía el sabio "¡¡Los Periquitos no nos tendríamos que morir nunca, toda la vida enfermos!!"
Saludos,
Aldo Mariotti

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